Aprendiendo de Estados Unidos

Justificación

Pese a que la edad, cuando ya es provecta desde hace años, puede quitar a algunos el interés por aprender algo nuevo, puedo asegurar que, en mi caso, ello no es así y menos en materias de avicultura, mi “hobby”, cuando no mi profesión, a lo largo de mi ya larga singladura en este campo.

Vaya por delante, pues, esta “declaración de intenciones” para justificar la curiosidad con la que, aun jubilado, intento seguir todo lo que se mueve en el mundo avícola, y más si ello proviene de un país como Estados Unidos, en donde me formé inicialmente en el mundo avícola en el que luego me he movido profesionalmente.

Debido pues a ello, unas noticias de diferente índole, procedentes de este país, han atraído recientemente mi atención hasta el punto de intentar compartirlas con los lectores de SELECCIONES AVÍCOLAS debido a las posibles enseñanzas que pueden representar para nosotros, por más que en España nos movamos, en materia avícola, en una órbita bastante diferente.

 

Antecedentes en la historia

De todas formas, quisiera recordar que, a mediados del siglo pasado, en aquellos años en los que se inició el despegue del sector avícola español, desde fines de los cincuenta y a lo largo de toda la siguiente década, Estados Unidos significaba el punto del que dependíamos todos los relacionados con la avicultura (y del cual aprendíamos), en algunos aspectos como los siguientes:

  • En genética aviar, por la introducción de los primeros cruces de reproductores pesados (Arbor Acres, Hubbard, Pilch, Peterson, etc.) que iban a constituir la base de nuestros primeros broilers, así como de las de iniciales estirpes de gallinas de puesta (Hy Line, Honegger, Kimber, etc.) que no tardarían en barrer a las llamadas gallinas “de selección” de las granjas avícolas españolas de entonces.
  • En la alimentación de las aves, por los cambios que iban a representar: 1), la llegada a España de las primeras partidas de una soja norteamericana al amparo del Plan de Estabilización Económica (1959) y 2) la adopción de unos nuevos parámetros en la formulación de las raciones, basados en los valores en energía de los alimentos, un mayor conocimiento de las necesidades de las aves en aminoácidos, etc.
  • En materia de patología, en un doble aspecto, positivo por la introducción del concepto del “todo dentro / todo fuera”, propugnado por los norteamericanos, pero también negativo, por la aparición de los primeros casos, en los años sesenta, de un CRD que, ya conocido en aquel país, iba a constituir un quebradero de cabeza para nuestros veterinarios de aquellos años.
  • Y en cuanto a las instalaciones y el manejo, por una parte por la rápida sustitución de nuestros clásicos gallineros, estrechos y mal aislados, por las nuevas naves más amplias, a dos vertientes y mejor aisladas, que habíamos visto en Estados Unidos y, por otra, por la introducción de la crianza sobre una yacija “gruesa” (o “profunda”), que entonces ya se preconizaba allí.

Valgan estos cuatro ejemplos, que no queremos ampliar con la mención de aquellas personas, simples productores, veterinarios o agrónomos, que contribuyeron a poner al día al hasta entonces atrasado sector avícola español con el avanzado mundo norteamericano. Pero sí recalcar que, en aquellos años, a diferencia de mirarnos en el espejo de los Estados Unidos, relativamente poco es lo que podíamos aprender de una Europa, aun en trance de recuperación de las consecuencias de una II Guerra Mundial, pese a un generoso Plan Marshall, del cual nosotros estábamos excluidos …

Hoy, ¿dónde podemos aprender?

Los 70 años transcurridos desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad han incluido, desde el punto de vista-político económico, un hecho de la mayor relevancia para España: su ingreso en la Unión Europea, en 1986. Ello ha significado el libre movimiento de personas, bienes y, más que nada, conocimientos, entre todos los integrantes de la misma y que, en España, ya no tengamos que depender tanto de lo proveniente de unos Estados Unidos porque casi todo lo nuevo lo hemos conocido y compartido simultáneamente con nuestros colegas del viejo continente.

Así, por ejemplo, de unos franceses hemos podido aprender las ventajas de la crianza de unos pollos “label rouge”, compitiendo con el broiler “tradicional”, de unos holandeses cómo manejar a las gallinas en los mejores aviarios (aunque la idea original sea suiza), de unos alemanes el sexaje “in ovo”, de unos británicos y unos escandinavos unas mejores normas de bienestar para las aves, etc. Y, aparte de ello, que puede llamar la atención por sus titulares, Francia, Alemania y el Reino Unido han avanzado tanto en genética avícola en las últimas décadas que actualmente ya no necesitamos depender solo de Estados Unidos en esta materia, sino que podemos adquirir los reproductores de nuestras granjas de multiplicación en estos países europeos.

Pero al decir esto no excluimos a lo que, mientras tanto, también hemos podido ir aprendiendo, en materia avícola, de Estados Unidos. Solo que nuestra dependencia en este campo ahora ya no es principalmente de este país sino fruto de nuestro papel en un mundo cada vez más interconectado y no supeditado, como antaño, de la actividad de unos pocos viajeros sino de la curiosidad de muchos, profesionales, técnicos y empresarios, que hoy pueden moverse a sus anchas por todo el orbe.

Sin embargo, aun así, gracias por una parte a la amplia información de la que se dispone sobre Estados Unidos en materia avícola y, por otra, dada la circunstancia de la influenza aviar por la que están pasando actualmente (aunque no se distingue mucho de la que experimentamos en la Unión Europea), creemos que aun podemos aprender bastante de ellos. Esto ha sido, pues, el motivo de lo que exponemos a continuación.

 

La HPAI, el actual “enemigo público Nº 1”

De igual forma que en Europa, sobre la cual no me atrevo a dar una cifra sobre las pérdidas que ha ocasionado hasta le fecha la influenza aviar (AI), porque casi con toda seguridad me expongo a que cuando este texto llegue a manos de sus lectores las cifras ya habrán cambiado, sobre Estados Unidos en particular, así como en otra partes del mismo continente podemos decir que las pérdidas han sido catastróficas

Según las cifras que se han manejado en una sesión sobre el tema, en Atlanta, organizada por la United Egg Producers, a fines del pasado enero, los brotes de HPAI (influenza aviar altamente patógena) habidos entre el año pasado y la actualidad se han cobrado la vida de unos 70 millones de aves entre EE.UU., Canadá y Méjico, de las cuales unos 58 millones han sido norteamericanas.

Y con cifras inferiores, pero igualmente relevantes en relación con sus menores parques avícolas, la misma cepa del virus H5N1 se ha cebado también en las aves de granja de la mayoría de países latinoamericanos, desde Méjico hasta el extremo sur del continente, con las graves consecuencias inherentes a los menores medios con los que en algunos de ellos se cuenta para combatir el problema.

Afectando principalmente al sector del huevo (con algo más de 44 millones de bajas, en EE.UU., entre pollitas y ponedoras), luego al del pavo (unos 10 millones), seguido del pollo (casi 3 millones, entre los broilers y sus reproductores) y sin respetar tampoco a las explotaciones no comerciales y a otras especies avícolas, los brotes de AI registrados a lo largo del año pasado y los inicios del actual lo han sido de la cepa citada, la más problemática y preocupante para la salud animal, e incluso la humana.

Pero lo destacable de esta ola contagiosa, a diferencia de la que había afectado a la avicultura norteamericana en los años 2014-2015, es que el 85 % de los brotes individuales han sido causados por contagio a través de aves silvestres, cuando entonces la misma proporción se produjo por transmisión lateral, por personas portadoras de la enfermedad de una granja a otra por medio de un equipo, una ropa o un calzado contaminados. Además, el virus H5N1 está mucho más extendido en las aves silvestres y en una más amplia variedad de ellas que durante los años 2014-15 y parece ser endémico de algunas especies residentes, aparte de otras migratorias.

Esto quiere decir que, aparte de las medidas de seguridad personal que siempre se han recomendado (evitar visitas incontroladas, cambiarse de ropa y de calzado, etc.), que últimamente pueden haber servido para algo, ahora se recomienda evitar por todos los medios posibles la entrada de aves silvestres en las granjas. De esta forma se encarece dificultar su anidación en los tejados y su presencia en lugares con agua estancada, el empleo de sonidos para ahuyentarlas, la eliminación de una vegetación que les sea atractiva, el mantener los residuos orgánicos y los contenedores de cadáveres lo más apartados posible en la finca, etc. Y, como recordatorio, también se advierte contra la excesiva confianza que a veces se ha tenido en la instalación de una ducha en la entrada de la granja si, al propio tiempo, no se ha responsabilizado en una persona para un mantenimiento adecuado de la misma, incluyendo el insistir a sus usuarios sobre la obligación de emplear correctamente el jabón y el agua caliente, etc.

Por el momento, pues, aparte de las medidas que han recomendado tomar las autoridades sanitarias de la UE, dado que el virus no reconoce fronteras, entre nosotros también vale la pena tener en cuenta estas recomendaciones del otro lado del Atlántico a fin de poder enfrentarnos al, sin duda alguna, mayor reto que ha afectado al sector avícola mundial a lo largo de su historia.

 

Y otras “lecciones” también de EE.UU.

Por otra parte, volviendo al hilo de lo comentado al principio, el pasado diciembre hemos tenido acceso a dos documentos importantes en torno al sector del huevo en EE.UU. Ambos provienen de la misma fuente, el “Egg Industry Center” (EIC), que periódicamente nos informa de todo lo que ocurre en este sector, tanto a través de la evolución de los parques de puesta del país y sus perspectivas, como acerca de los costes de producción y los precios. Y aunque todo ello se refiera solo a los EE.UU., creemos que podemos sacar interesantes lecciones de su contenido en relación con lo comentado en relación con la AI.

En primer lugar, la evolución del parque de ponedoras en el país: 324 millones en enero del año pasado y 308 en noviembre, es decir, un 5 % menos de gallinas, un fenómeno no estacional, por no haberse producido en ninguno de los 5 años precedentes. Y sus producciones de huevos, similares: un 81 % en el 2021 y el 82,3 % en el año pasado, aunque con unas proporciones de aves mudades algo inferiores, en torno al 12 % del parque en el 2022 y del 13-15 % entre 2019 y 2021, lo que guarda relación con las proporciones de gallinas en puesta de más de 70 semanas de edad: un 23-24 % en el período 2019-21 y un 32-34 % entre 2012 y 2014.

Por otra parte, lo que sí está cambiando muy rápidamente es la proporción de gallinas alojadas en sistemas “no de jaulas”: un 34,7 % en el 2022 y alrededor de un 10 % en el 2016. Sin embargo, las restantes, en baterías (hoy unos dos tercios del total), son las que producen los huevos llamados “convencionales”, mayoritarios en el país.

Mientras en el consumo de huevos “per cápita” ha habido un ligero declive: unas 5 unidades menos del 2020 al 2021 y posiblemente cerca de 3 en el último año, quedando en un total de alrededor de 280 unidades, entre los “de cáscara” y los de la industria. En cuanto a su explicación, se cree que en el 2021 pudo deberse a un descenso de la demanda del sector HORECA (*) por la pandemia de la Covid-19, mientras que en el 2022 ya pudo intervenir en parte la repercusión mediática de la IA y aun en mayor medida sus muy elevados precios (**).

Veamos además algunos aspectos de los que también nos informa el otro estudio del EIC.

En primer lugar, nos indica lo que han subido los costes de las dos principales primeras materias de las raciones típicas para las ponedoras, el maíz y la soja: aquel de 2,30 a 2,60 $/t y ésta de 4,27 a 4,61 $/t, de enero a diciembre del año pasado. Y, con ello, lógicamente también el coste del pienso “standard” para las gallinas, aumentando de 2,84 a 3,16 $/t en el mismo período. (***)

Como consecuencia de ello, el coste de la pollita de 19 semanas de edad, al iniciar la puesta, también ha aumentado significativamente a lo largo de todo el año pasado, desde 4,85 $ en enero hasta 5,02 $ en noviembre, lo que guarda relación con lo anterior.

Finalmente, todo ello ha repercutido en el coste de producción medio de la docena de huevos, de unos 0,61 $/doc. en 2020, 0,71 $ en el 2021, 0,75 $ en enero de hace un año y de 0,80 $ el pasado noviembre. ¡Todo un récord de escalada!

 

(*) HORECA: acrónimo de HOteles, REstaurantes y CAfeterías
(**) Ibarburu-Blanc, comunicación personal.
(***) A lo largo de los años el EIC ha estado considerando como ración típica para ponedoras la constituida por un 67 % de maíz, un 22 % de soja, un 8 % de carbonato cálcico y un 3 % de otras materias. Esto, a nosotros, nos da unos valores de un 16,6 % de proteína, 3,1 % de calcio y 2.780 Kcal/kg.

 

Y ahora, la pregunta del millón

¿Cómo ha repercutido todo ello en el precio de venta de los huevos en el país y en la situación actual del mercado huevero en EE.UU.

Para completar nuestro resumen de la información del EIC diremos que los costes medios de producción de la docena de huevos en EE.UU (con gallinas de un solo ciclo de producción, excluyendo las mudadas) han sido, a pie de granja, de 0,61 $/doc. en el 2020, 0,71 $ en el 2021 y 0,81 $ en los 11 primeros meses del 2022, de media de todos los calibres de los tipos blancos, incluyendo los “no clasificados”. Los mismos se han transformado, a nivel de detallista, en unos precios de venta de 1,51 €, 1,66 € y 2,64 €/doc., respectivamente, de lo que parece deducirse que los márgenes comerciales han aumentado significativamente en el último año, lo que ya liga con lo que comentamos más adelante. (*)

Como consecuencia inmediata de los cambios antes indicados en el parque de gallinas ponedoras en EE.UU. la misma fuente anterior nos muestra la producción total de huevos en los 11 primeros meses del 2022 se ha reducido en unos 70 millones de unidades, incluyendo en ello los destinados a la industria. La conclusión, pues, parece obvia: a menor producción, mayor coste, lo que corrobora la noticia que, por otra parte, recogemos de la última “Food Tank Newsletter” (**) de que, a consecuencia de la menor oferta “el precio de una docena de huevos se ha más que duplicado en una ciudad media de los Estados Unidos”.

Y, a nivel anecdótico en relación con ello, mencionaremos de paso otra noticia del mismo país: el refuerzo aduanero que se está poniendo en la frontera con Méjico para evitar la entrada clandestina de huevos desde el país vecino. Porque también en éste, con varios millones de gallinas menos, igualmente por la HPAI, el precio del huevo ha aumentado un 70 %, pero es muy inferior que el estadounidense. Y la multa, si a uno de pescan intentando pasar unos huevos mejicanos por la frontera es nada menos que de 300 $

La cuestión que queda en pie es la de conocer hasta qué punto la AI puede haber influido en el disparatado aumento de precios del huevo o bien esto ha sido motivado por una especulación de las principales empresas que dominan este mercado. Sin embargo, siguiendo lo indicado por Nierenberg en el citado documento, esto sería sorprendente ya que, pese a que la primera empresa del sector domina el 20 % de la producción y entre las 10 primeras del mismo comercializan la mitad de los huevos del país, su concentración es mucho menor que en otros campos, como en el porcino (con las 4 primeras empresas copando el 70 % del total), o en el vacuno (con sus 4 primeros puestos llegando hasta el 80 %).

De todas formas, pese a ello, tanto por parte de la autora de la anterior referencia como por la red Farm Action (***) la “culpabilidad” exclusiva de la AI se pone en duda.

Por una parte, Farm Action, en base a una información del Servicio de Investigación Económica del USDA dice que durante el año 2020 “los aumentos en el precio del huevo fueron mucho mayores que las disminuciones en la producción causadas por la AI”. A ello cabe añadir lo indicado ahora por Nierenberg acerca de que en el 2022 los beneficios brutos del mayor productor de huevos del país aumentaron más del 600 % en comparación con el año anterior.

En apoyo de las dudas planteadas por estos comentarios se halla la llamada “teoría de la conspiración”, basada en que algún fabricante de piensos puede estar detrás de esos aumentos de los precios del huevo. Sin embargo, la American Feed Industry Association (AFIA) lo ha desmentido, recordando que, aparte de los efectos de la AI, la alta inflación del país (el 6,4 % en el 2022) ha ejercido un efecto alcista. Y a ello se añade una declaración de Ulrner Barry, una prestigiosa empresa de asesoría económica, al recordar que durante la epizootia del 2014-15 una reducción del 1 % en el parque de ponedoras originó un efecto contrario en el precio del huevo de un 5-8 %, mientras que en el 2022 esto solo ya ha originado un alza del 15-16 %.

Así pues, en lo que se refiere a la “culpabilidad” de la AI en el disparatado aumento de precio de los huevos en EE.UU. dejamos la respuesta en el aire y nos remitimos a la sugerencia que apunta la citada Farm Action acerca de que “la FTC (Comisión Federal de Comercio, de EE.UU.) debería hacer las acciones necesarias para restaurar la competencia y terminar con los abusivos precios de los huevos”.

 

(*) En lo anterior y todo lo que sigue hemos preferido dejar los precios en $ USA en vez de haberlos convertido al cambio actual, a fin de enero, de 1 € = 1,08 $ USA.
(**) Danielle Nierenberg, 30-1-2023
(***) Farm Action es un movimiento formado para el desarrollo de políticas, campañas de promoción y experiencia política para crear un sistema alimentario y agrícola que funcione para todos, no solo para unas pocas corporaciones poderosas.

 

Pero ¿qué tipo de huevo?

Aparte de todo esto, un aspecto de la avicultura de puesta norteamericana, que consideramos importante mencionar, es referente al tipo mayoritario de huevo que producen, el blanco, al revés de lo que hacemos en España y mayoritariamente también en algunos otros países europeos (Francia, Italia, el Reino Unido, etc.)

Sin embargo, es curioso que, indagando sobre las proporciones de huevos de un tipo u otro en Estados Unidos, no hemos encontrado ninguna información. El único dato que hemos conocido es la estimación de Ibarburu-Blanc (2023) de que los marrones pueden representar actualmente el 7 % del mercado, lo que nos recuerda la información que también manejamos habitualmente en España sobre el tema al citar que estos huevos aquí representan alrededor del 10 % del total nacional, pero sin ningún informe que lo avale …

Y el argumento, esgrimido por ejemplo en Israel, también con su preferencia por los huevos blancos, por tener una menor proporción de manchas de sangre en la yema que los marrones, en EE.UU. parece no ser relevante debido a que los que las muestran ya son detectados y apartados del canal comercial a través del miraje sistemático realizado en todos los centros de clasificación.

En cambio, no cabe duda de que, pese a lo que se ha mejorado en la genética de las gallinas marrones en las últimas décadas, igualando en su producción a las blancas, entre ellas aún hay una importante diferencia, la peor eficiencia de aquellas en la conversión del pienso, que nosotros cifraríamos, al menos, en unos 120 g más por docena (*). En base a ello, un rápido cálculo para el mercado norteamericano nos indicaría que su coste de producción, de cambiar de unas gallinas de huevo blanco a otras marrones. Se incrementaría desde 0,81 hasta 1,19 €/docena, algo lo bastante importante como para hacer dudar de la conveniencia de este cambio…

Sin embargo, ya habiendo entrado en este tema, no podemos obviar lo referente a la sostenibilidad de este tipo de producción que, a tenor de lo indicado, posiblemente será mayor en EE.UU., con sus huevos blancos que entre nosotros, con los marrones. Pero aun así, ello no obsta para que recientemente se haya introducido en su mercado una conocida marca holandesa, productora de los primeros huevos blancos de una huella de carbono neutra, que aduce como argumentos para llamar la atención del consumidor un mayor bienestar de las gallinas, el criarlas a la vista del público, haber nacido junto con unos hermanos que no se han sacrificado, estar alimentadas con unas primeras materias menos convencionales, etc.,

Y, ya para finalizar, no podemos dejar de mencionar otro dato, también de EE.UU.: según un reciente estudio de las Universidades de Kansas, Michigan y Purdue (*), el 55 % de los consumidores, cuando van al super, deciden su compra en función del precio y sin tomar en consideración el tipo de alojamiento de las gallinas, es decir si son “de jaula” o no. Aunque también es interesante tener en cuenta la opinión, relativamente contraria, de Jayson Lusk, un economista agrícola norteamericano, de que “el huevo es un producto para el cual la demanda es relativamente insensible a la variación del precio ya que no tiene muchos sustitutos cercanos (**)

En resumen, ante nuestros bien seguros críticos, por el batiburrillo de informaciones que hemos vertido en este artículo, podíamos disculparnos volviendo al origen del mismo, lo que hemos aprendido de Estados Unidos y diciendo que aquí cada uno intente aplicarlo como mejor sepa para el caso español.

 

(*) Agropres, 9-3-23
(**) De “Noticias del huevo” (Inprovo), 10-2-2023
(**) Ver Castelló y col., 2010, en “Producción de huevos”

 

JOSÉ A. CASTELLÓ LLOBET
[email protected]

 

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