Uno de los más conocidos detractores de los transgénicos, el escritor, periodista y activista ambiental británico Mark Lynas, sorprendió este año a los asistentes a la Conferencia Agrícola de Oxford, durante la que pidió públicamente disculpas por haber sido uno de los fundadores del movimiento anti-OGM. “He descubierto la ciencia”, dijo, “y en el proceso espero haberme convertido en un mejor ambientalista”. Mark Lynas lideró el movimiento contra el uso de los OGM en la agricultura durante la década de los noventa. Al mismo tiempo, se transformó en una de las principales voces de alerta por el cambio climático. Pero para convencer a organizaciones y gobiernos sobre este problema necesitó empaparse de información y respaldarse en evidencias científicas. Al tiempo se dio cuenta de que no estaba haciendo lo mismo con los OGM, y que su campaña contra los transgénicos formaba parte de lo que él mismo llamó más tarde “ambientalismo anti-ciencia”.
Otros nombres que han pasado de un extremo a otro han sido el ecologista Jason Clay, que ha reconocido que la agricultura intensiva y los cultivos transgénicos pueden confrontar la creciente demanda de alimentos a la que nos enfrentamos y que preservan el medio ambiente con prácticas sostenibles, y cofundador de Greenpeace Patrick Moore, que ha reconocido la importancia de la biotecnología moderna para producir alimentos y combatir la denutrición.
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