Como es sabido, el proceso de fabricación de un pienso, en principio, es muy sencillo pues solo se trata de dosificar correctamente las primeras materias integrantes del mismo, molerlos hasta el tamaño adecuado y mezclarlas homogéneamente. Con ello habremos obtenido un pienso en harina, es decir, una ración para ser suministrada en esta forma a las aves.
Pero ésta no es la única forma de presentación de un pienso ya que, en primer lugar, si nos referimos solo a las gallináceas, a éstas les agrada más recibir su ración en forma de grano, de igual forma que, en la naturaleza, se alimentarían de partículas sólidas – semillas, insectos, hierba, piedrecillas, etc. – antes que de algo en harina. Pero además, en determinadas circunstancias al hombre le puede interesar más el suministro del pienso en otra forma por creer que mejora el crecimiento o los rendimientos, que hay un menor desperdicio, etc.
Los ejemplos de esta “conveniencia” – por no decir “necesidad” – de sustituir el suministro de una ración en harina por alguna otra forma en la avicultura actual son varios:
– los pequeños granulados que se emplean habitualmente para los broilers durante casi toda su crianza,
– las migajas – granulados desmenuzados – utilizadas solo al inicio de la misma,
– los granulados mayores de las pollitas pesadas en recría, echadas sobre el suelo de seguir un sistema de reparto aéreo,
– los granulados de mayor tamaño que pueden emplearse para aves adultas – ponedoras o reproductoras – para minimizar el riesgo de contaminación de salmonelas,
– etc.
Cada caso merece un estudio detallado pero en todo caso uno ha de ser consciente de que con la formulación del pienso no se acaba el trabajo del nutrólogo sino que, tanta importancia como esto tienen el tamaño de las partículas en la molienda de cada materia, el del granulado a suministrar a un broiler, según su edad, el conseguir que este último sea lo suficientemente duro para no producir un exceso de finos, etc.
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