La paradoja del pollito

La última campaña animalista llama la atención ciudadana sobre el sacrificio de los pollitos machos de estirpes de puesta al nacer, ya que no sirven para producir huevos ni para su cría como pollos de carne. Son otras víctimas del “supervillano» habitual: la ganadería moderna.

Hace varios años que se investiga en técnicas de sexado in ovo, para determinar durante la incubación el sexo del embrión y descartar antes del nacimiento los machos. Aún se tienen que perfeccionar, pero algunas son prometedoras y ya se aplican en la práctica, aunque no a gran escala. El nuevo desafío es lograr que la selección de embriones se haga antes de que el futuro pollito tenga la capacidad de sentir dolor, es decir, al sexto día de incubación, y que las técnicas sean rápidas y fiables.

También hay quien se opone al sexado in ovo. Si no es ético eliminar a un pollito al nacer ¿podemos hacerlo con un embrión en incubación? Lo que subyace es el planteamiento antiespecista de que los humanos no podemos utilizar a los animales para nuestro servicio y consumir su carne o sus productos. Y quien no acepta matar pollitos de un día no querrá que las aves o cualquier otro animal adulto vaya al matadero. El pollito es el icono perfecto para una campaña vegana de movilización de conciencias… y de bolsillos, porque da pie a una comunicación muy emocional. Mientras tanto, el sector avícola busca soluciones ética, técnica y económicamente viables. Nada fácil.

Sin embargo, los productores de huevos ecológicos de Alemania no aceptarán en sus granjas aves de incubadoras que eliminen los machos, antes o después de nacer. Criarán los pollitos, que no alcanzarán el peso ni la conformación de un pollo de carne, e irán al matadero. Igual solución aplica la certificación KAT – de huevos en sistemas alternativos, muy popular en Alemania, Holanda y Suiza -. Y los del moderno sistema holandés de cría «Kipster», que presume de sostenibilidad y de “no participar en el horror» del sacrificio de los pollitos de un día. Los llevan a granjas ecológicas y los crían para sacrificarlos a las 15 o 17 semanas. Ninguno detalla el despilfarro de pienso, de granjas – que podrían alojar broilers -, de mano de obra, vacunas y controles sanitarios, para criar un animal que hoy carece de valor comercial. Así que su coste de producción y sacrificio lo cubren los clientes de los huevos de sus “hermanas», a una media de 1 céntimo de euro por huevo producido – 3 euros por gallina -. Una cadena de distribución alemana que presume de marketing de productos diferenciados ofrece en exclusiva las magras canales.

Se está trabajando en la técnica CRISPR para sexar huevos fértiles antes de la incubación, lo que ahorraría la mitad del espacio y energía en las incubadoras, el sexado y sacrificio de los pollitos o su costosa crianza. Mientras llega la buena noticia del éxito de esta técnica, que no se sabe si se aceptará en la UE ¿podemos decir que criar pollitos macho para su sacrificio posterior es más respetuoso con la sostenibilidad y el bienestar animal que sacrificarlos al nacer, o en el huevo? ¿Es eso lo que pide la estrategia Farm to Fork? ¿Y lo que queremos contarle al consumidor?

 

María del Mar Fernández Poza
Directora de ASEPRHU

 

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