Pues sí, pero con algunas matizaciones.
Ante todo, estando actualmente casi toda la producción de broilers controlada por empresas integradoras, es lógico que, confiando en la que se haya elegido, uno deba seguir estrictamente todo lo indicado por ella, en cuanto a la alimentación y el manejo de las aves. Por tanto, solo cabría dar una alimentación diferente a los pollos de uno y otro sexo si esto entra en los planes de la integradora y si ésta, a través de la sala de incubación, nos suministra unos pollitos sexados al nacer.
La justificación de una posible alimentación diferenciada se halla en la velocidad de crecimiento de los pollitos de uno y otro sexo. Por ejemplo, mientras que a 30 días de edad la diferencia de pesos entre machos y hembras puede ser de unos 200 g, luego va aumentando progresivamente, siendo de unos 300 g a 35 días, unos 400 a 40 días, etc. Es lógico, pues, que a distintas velocidades de crecimiento correspondan distintas necesidades en proteína, aminoácidos, etc., lo que avala el suministro de unas raciones diferentes para un sexo y otro.
Sin embargo, aunque el tema es ya viejo y al estar avalado por la evidencia experimental ha habido diferentes empresas y/o integraciones de pollos que lo han llevado a la práctica, la realidad es que, bajo este planteamiento, es decir, suministrando unas raciones equilibradas diferentemente para un sexo y otro, son pocas las que actualmente lo siguen. La explicación se halla en:
– lo antes indicado acerca de la disponibilidad de pollitos sexados, lo que complica el trabajo de la sala de incubación,
-poder criar los pollitos separadamente, por disponer de una nave “partida” – con el clásico almacén central de años atrás – o bien de dos naves independientes,
-disponer de dos silos diferentes para almacenar las diferentes raciones para uno y otro sexo.
Aunque esto último ya viene siendo habitual en las instalaciones más modernas, por diferentes razones, lo primero ya no tanto, lo que explica el porque la alimentación diferente para machos y hembras actualmente no sea muy habitual.
Sin embargo, el enfoque puede ser diferente, pensando no en dos tipos de raciones diferentes sino en una misma serie de ellas – iniciación, crianza, acabado y retirada – pero efectuando el cambio de una a otra en momentos distintos, antes para las hembras que para los machos. Así, por ejemplo, si la granja dispone de dos naves separadas y cada una de ellas provista de dos silos, alojando a los machitos en una de ellas y a las hembritas en la otra, si el cambio del pienso de iniciación o arranque se hiciese –siempre siguiendo las instrucciones de la integradora– a 20 días de edad en la de las hembras, en la de los machos se podría demorar un par de días más. Y así lo mismo con el siguiente pienso, aunque teniendo siempre presente, al final, el suministro de las raciones de retirada en función de las distintas “sacas” de pollos de diferentes pesos para atender las necesidades de los mercados.
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