Mientras que en los 60, la crianza de un pollo con un peso inferior a 3 kg, conllevaba unas 12 semanas, una década después el periodo se reducía a 50 días. ¿Qué cambios se produjeron en diez años para conseguir tal resultado? José I. Barragán, veterinario y presidente de la AECA-WPSA, explica la industrialización del sector de la avicultura de carne y apunta a la genética y la nutrición como los motores de su desarrollo.

«La avicultura de Carne en España: cincuenta años«, es el artículo incluido en el número especial editado con motivo de los 50 años de la revista SELECCIONES AVICOLAS (SA), donde Barragán afirma que la genética es la última responsable del avance de la producción en el sector de la avicultura de carne. Con ella, hemos podido aumentar la capacidad reproductiva de los animales, hasta llegar a obtener hasta 120 pollitos de una reproductora, que transformaremos en producto comercial en no más de dos años y medio en total.

Es evidente que el desarrollo de líneas genéticas ha hecho posible la industrialización del sector y al aumento de la productividad. Ahora bien, es necesario tener en cuenta los inconvenientes de esta evolución.
Tal y como afirma Barragán, con el desarrollo de la genética han aparecido problemas metabólicos en los animales que implican pérdidas económicas, a la vez que se ha hecho más difícil el manejo de las reproductoras y, sobre todo, las empresas españolas se han visto dependientes de las multinacionales extranjeras. A pesar de estas desventajas, la genética ha sido y es fundamental a la hora de disponer de un producto de calidad a un precio excepcional.

El segundo pilar en el que se sustenta el desarrollo de la avicultura de carne
es la nutrición. Si hacemos un recorrido por la alimentación de los pollos desde los años 60, hay que destacar algunos hechos como el desarrollo de enzimas o el desarrollo de aminoácidos, que han supuesto una mejora en las posibilidades reales de formulación.

Por último, y en menor medida, los avances en los medios de crianza, tanto de las propias granjas como en el material (sistemas de calefacción, comederos y bebedores), junto con un mayor conocimiento de la fisiología de los pollos, han permitido mejorar la rentabilidad y las características de crecimiento de los animales, aunque estos avances también han facilitado el desarrollo de síndromes y el aumento de procesos patológicos de origen y desarrollo incierto.

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