Miquel Callís, Presidente de la Federació Avícola Catalana, recuerda con nostalgia los mercados de los años 50, donde compraba productos directamente, pagaba en el acto y después, buscando un margen comercial, vendía en los grandes núcleos de consumo como Barcelona. «Estábamos en la verdadera escuela de la vida» afirma. Hoy, después de medio siglo, Callís cuenta con todo detalle los entresijos de aquellos mercados tan pintorescos.

En «El mercado del pollo y su evolución en los últimos 50 años», Callís explica que normalmente la vendedora solía ser una mujer, una señora elegante que después de trabajar toda la noche, se presentaba limpia, bien vestida y pintada al mercado. Iban acompañada, eso sí, por su marido y junto a él negociaba con personas como el Presidente de la Federació Avícola Catalana, que por aquel entonces salía cada día, junto con su familia, a las cinco de la mañana para ir
a comprar productos avícolas en distintos mercados.

Cuenta Callís que para poder obtener algún beneficio, era importante la persuasión, ya que tenías que convencer para poder quedarte un margen comercial. En el lugar de la compra, tanto pollos como gallinas se tenían que comprar a pares y todo el dinero que recaudaba la elegante señora lo destinaba a la compra víveres y ropa en la ciudad. Con el boom de los años 60, «el pollo sacó a España del hambre», tal y como dice el Presidente. En aquellos años, Callís recuerda ir a Barcelona a pactar la venta del pollo al mayor. «Cada martes
a las seis de la tarde teníamos visita en la Comisaría de Abastecimientos y Transportes con don Pedro, para que nos autorizase el precio de venta al por
mayor ya que decía que el pollo y el pan eran imprescindibles para controlar
la entonces llamada cesta de la compra».

Han pasado los años y Callís recorre la mirada hacia atrás y se enorgullece de que la demanda haya aumentado tanto en el pollo ya que, para él, es «un producto sano, noble y a buen precio, que no está prohibido por ninguna religión y es apto para todas las edades, desde la infancia a la tercera edad, y además, con un ligero sabor festivo en recuerdo de los pollos de antaño».

 

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