La reciente aparición de residuos de antibióticos en la carne de pollo o en la miel, entre otros alimentos, suscita la alarma entre los consumidores y ha llevado a
las autoridades sanitarias suizas a exigir un uso responsable de esas substancias.
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El pasado miércoles 13 de marzo, la cadena de distribución Denner
admitió la presencia de niveles de estreptomicina superiores a los tolerables
en las mieles puestas a la venta, tal y como había denunciado una cadena
de TV suiza, y anunció que retiraba todos esos productos de sus anaqueles.
Anteriormente, el Gobierno helvético había seguido el ejemplo
de la Unión Europea al prohibir por idéntico motivo la importación
de carne de pollo china y otra cadena suiza de supermercados, Migros, retiró
inmediatamente de sus tiendas todo tipo de productos supuestamente contaminados.
En China, como en otros lugares, eatán proliferanfo las granjas industriales
de pollos. La no existencia de controles ni leyes que regulen cómo deben
criarse, provoca que los responsables recurran con facilidad a los fármacos
tanto para acelerar el crecimiento como para evitar la aparición de enfermerdades.

En diciembre del 2001, los aduaneros del puerto holandés de Rotterdam
confiscaron un lote de gambas de origen chino tras detectar restos de cloranfenicol,
antibiótico prohibido en Europa, pero que está autorizado en China.
El problema no se limita a las importaciones, pues los investigadores encontraron
restos elevados de antibióticos en uno de cada seis truchas y otros peces
suizos analizados, algo que no ocurrió, sin embargo, con los de procedencia
extranjera.

El veterinario René Aebischer critica a los consumidores por querer comer
productos sanos, aunque cada vez a un precio más bajo, en declaraciones
al semanario helvético "L’Hebdo".
"En un país en el que la parte que los hogares destinan a alimentación
ha pasado en medio siglo de un 45 por ciento a sólo un diez por ciento,
la presión sobre los ganaderos es enorme. Estos tienen que producir cada
vez a menor costo y más rápido",
afirma. "Son
los grandes distribuidores quienes imponen la ley en el mercado y luego pretenden
dar lecciones de moral alimentaria"
, se queja el veterinario.
El problema es que a diferencia de lo que ocurría hasta hace medio siglo,
los alimentos no vienen ya del entorno inmediato delconsumidor, sino que pasan
por una cadena alimentaria cada vez más larga y compleja.

Al igual que Suecia, la Confederación Helvética ha prohibido
totalmente desde julio de 1999 el uso de los antibióticos para estimular
el crecimiento de los animales, aunque lo autoriza para fines terapéuticos
en la ganadería o piscicultura.
La Organización Mundial de la
Salud
ha advertido reiteradamente del peligro que representa la creciente
resistencia
de las bacterias a los antibióticos
debido a su abuso no sólo
en la medicina, sino también en la agricultura, la ganadería y
la piscicultura.
Según la experta de esa organización Rosamund Williams, un 50
por ciento de los antibióticos se utilizan para usos no médicos
como el engorde del ganado o para combatir las plagas en agricultura, con lo
que pasan también a la cadena alimentaria.

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