En los 80s el peso vivo medio del pollo broiler era de 1,5 Kg. En 2017 es superior a los 3 Kg. Este brutal crecimiento ha sido posible gracias a la investigación genética, en un 80-90% y los cambios en la nutrición y manejo, en un 10-20%
Pero este crecimiento de casi 0,5 Kg de crecimiento por década ni es infinito ni sale gratis. La eliminación irreversible a casi cero del uso de antibióticos, los nuevos problemas de calidad de la pechuga y una creciente aversión del consumidor a pollos amorfos y flácidos ha llevado a países del Norte de Europa a plantearse si hay que bajar el pie del acelerador.
En EEUU en 2018 el USDA ha apuntado que el consumo total de carnes superará el récord histórico de 100,8 Kg por persona y año. El pollo broiler o pollo industrial es la máquina de proteína animal más eficiente para alimentar a la humanidad.
El futuro del broiler está más que asegurado, excepto si la carne de laboratorio acaba siendo más económica, sostenible y aceptada, pero esto ya lo hablaremos en el 2100…
Dicho esto, creemos que hay una cuota minoritaria, pero con grandes posibilidades de desarrollo para aquellas integradoras que diversifiquen y destinen una parte de sus avicultores a criar pollos de crecimiento lento para un consumidor de mayor nivel adquisitivo.
Formémonos pues, ya que manejo y nutrición de este pollo de crecimiento lento es muy diferente de la forma estándar de criar pollo broiler.
De decisiones basadas en el mayor rendimiento zootécnico y garantía sanitaria a decisiones basadas en lo que quiere el consumidor. El cambio de paradigma es ya irreversible.
La etapa en la que elegíamos el sistema de producción de huevos basándonos únicamente en decisiones del menor coste posible de alojamiento está finiquitada. No va a volver.
El consumidor occidental da por supuesto que le vamos a proporcionar un huevo fresco y sanitariamente impecable, pero quiere más. Quiere escuchar un relato por el que esas gallinas se han criado con la mayor libertad posible, y, por añadidura, quiere pensar que tras ese huevo hay una familia que mantiene el territorio.
Pongamos pues en primer lugar el invertir energía, dinero y nuestro tiempo en conocer qué tipo de huevo realmente quiere nuestro cliente y, en segundo lugar, que sistema de alojamiento y manejo le vamos a dar a nuestras ponedoras.