Hoy en día, lo único que los estadounidenses consumen más a menudo que la tarta de manzana, es la carne de animales criados con antibióticos. El 80% de los antibióticos vendidos en los Estados Unidos no se utiliza en la medicina humana, sino en los cerdos, vacas, pavos y pollos de este país.
A medida que estos fármacos se convirtieron en un pilar de la agricultura moderna, las granjas industriales comenzaron a crear otras bacterias resistentes a los antibióticos suponiendo una amenaza mortal, que se estima generará 10 millones de muertes para el año 2050. ¿Cómo sucedió esto? ¿Y dónde termina?
Éstas son las preguntas que plantea la periodista científica y especialista en salud pública, Maryn McKenna, en su nuevo libro “Big Chicken, la increíble historia de cómo los antibióticos crearon la ganadería moderna y cambiaron la manera en que comemos”, que salió a la venta el 12 de septiembre.
El 80% de los antibióticos vendidos en los Estados Unidos no se utiliza en la medicina humana, sino en los cerdos, vacas, pavos y pollos de este país.
A través de historias detalladas y cuidadosamente investigadas, la periodista rastrea los orígenes de los antibióticos en el sistema alimentario de Estados Unidos y detalla las consecuencias devastadoras que tuvo su expansión en toda la industria agrícola. Es a la vez un cuento clásico de la ciencia desenfrenada y la historia única sobre la comida favorita de los estadounidenses.
En una entrevista a la revista estadounidense Wired, la periodista explicó que, aunque escribe sobre el aumento de la resistencia a los antibióticos desde hace una década, se dio cuenta solo más tarde de que era necesario contar la historia sobre el uso de estos fármacos precisamente en el sector avícola.
“Todo esto comenzó cuando estaba trabajando en mi último libro, Superbug, que salió hace siete años”, dijo. Al principio McKenna pensaba que existían solo dos casos de epidemias de SARM (bacteria Staphylococcus aureus resistente a meticilina y que provoca infecciones resistentes a varios antibióticos comunes). La primera epidemia se encontraba en los hospitales y se remontaba a principios de la era de los antibióticos. La segunda fue una epidemia comunitaria mucho más grande y misteriosa que cobró a numerosas vidas en los años noventa y que era imposible de tratar. Sin embargo, al final la autora se dio cuenta de que en realidad existía la tercera epidemia, la que se encontraba en las granjas.
“Mientras la gente culpaba a la medicina por la resistencia a los antibióticos, los agricultores estaban alimentando al ganado con toneladas de antibióticos – alrededor de 63.000 toneladas al año – lo que no tenía sentido para mí”, explicó McKenna y añadió que “en los momentos de disonancia cognitiva como este nacen grandes historias”.
La autora contó que antes tenía la impresión de que las preocupaciones sobre el uso casual de antibióticos en la agricultura eran algo bastante nuevo. No obstante, más investigó sobre el tema, se dio cuenta de que no era el caso. “Me sorprendí mucho al descubrir que las advertencias sobre las consecuencias no deseadas del uso de antibióticos se remontan al comienzo de estas prácticas”, confesó y explicó que estas advertencias no fueron escuchadas y las personas que avisaban sobre los riesgos seguramente fueron despedidas.
Las advertencias sobre las consecuencias no deseadas del uso de antibióticos se remontan al comienzo de estas prácticas.
Según McKenna, los científicos y productores estaban seguros de que hacían algo bueno en la década de 1940, pues querían alimentar al mundo haciendo la carne asequible tras la Segunda Guerra Mundial. No fue sino hasta 1976, bajo el gobierno de Jimmy Carter, cuando se comenzó a recopilar la información sobre el uso rutinario de antibióticos en animales.
Un año más tarde, tras compilar toda la evidencia científica, los riesgos de estas prácticas se mostraban evidentes, por lo que la FDA (agencia del gobierno de los EE.UU. responsable de la regulación de alimentos y medicamentos) intentó actuar prohibiendo a los antibióticos promotores del crecimiento de la agricultura estadounidense, sin embargo, ganaron los intereses económicos y políticos. Estos mismos intereses continuaron derrotando a la ciencia durante varias administraciones más hasta que Obama decidió cambiar los términos del debate.
Alimentos libres de antibióticos: un nuevo capítulo en la historia agropecuaria
Por décadas, la industria de la carne ha negado cualquier problema con el uso de antibióticos suministrados a diario para los pollos, vacas y cerdos. Sin embargo, la eliminación de antibióticos en animales criados para el consumo humano se ha ido convirtiendo poco a poco en una tendencia fuerte que no muestra signos de disminuir. Al principio fueron solo los países más ricos y desarrollados de Europa, los que empezaron a dar más y más importancia al tema de la comida libre de los antibióticos. No obstante, ante la presión de ambientalistas, activistas y consumidores descontentos alrededor del mundo, cada vez más países y gigantes de la industria alimenticia se han ido sumando a esta tendencia, implementando una política “libre de antibióticos” y reflejando una lenta evolución del sector.
Al principio fueron solo los países más desarrollados de Europa, los que empezaron a dar más y más importancia al tema de la comida libre de los antibióticos. No obstante, ante la presión de ambientalistas, activistas y consumidores descontentos alrededor del mundo, cada vez más países y gigantes de la industria alimenticia se han ido sumando a esta tendencia.
En cuanto al futuro, la autora del libro considera que lo que sucedió en el sector avícola en los Estados Unidos es muy alentador, pues se formó un movimiento de consumidores en contra del uso de antibióticos en la carne y al final tanto la creencia científica como la reglamentación referente a estas prácticas y los mecanismos del mercado cambiaron. Sin embargo, “no se sabe lo que va a pasar con el sector de los cerdos y vacas en el Occidente o con la agricultura animal en el Sur Global”, señala.
Según ella, “es la mayor crisis de salud de lento desarrollo de nuestra época», en la que el consumidor juega un papel fundamental.
La periodista reconoce que, por ahora, el movimiento hacia la carne libre de antibióticos es “en gran medida una preocupación de las naciones industrializadas”, por lo que queda mucho trabajo por hacer.
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