Por un lado, la oferta de China para crear un plan de infraestructuras global, es decir, una nueva “ruta de la seda” del siglo XXI, con lo que ello significa para el transporte y el desarrollo
económico mundial. Y, por otro, la noticia, ampliamente divulgada a mediados de mayo, sobre el contagio por el virus Wannacry de cientos de miles de ordenadores de todo el mundo, lo que nos hace recapacitar sobre la actual globalización económica y los límites a los que podemos llegar sin afectar a nuestra libertad y, aún más importante, a nuestra intimidad.
El tema da para mucho, tanto en sentido general como aplicado a nuestro sector, la avicultura.
Que el mundo actual se nos ha quedado corto, tanto para mover cualquier artículo a lo largo de los 360º del meridiano terrestre como para el turismo con tarifa “low cost” hasta los más remotos destinos en los que nuestros padres apenas soñaban. Y así no nos hemos de sorprender de que en el recientemente finalizado ESPN – Symposium Europeo de Nutrición Aviar – se dieran cita unos 1.600 asistentes pertenecientes a 63 países de todo el mundo, con una mayoría extraeuropea. Ni tampoco por saber que Brasil tiene a Arabia Saudí como principal destino de los pollos que exporta y Chile a Japón, en tanto que nosotros nos hayamos aprovechado de la situación con respecto a la influenza aviar en Estados Unidos y Corea del Sur para situar nuestros huevos en estos países.
En otras palabras, económicamente hablando, hoy ya apenas quedan fronteras, lo que nos permite colocar nuestros productos – llámense trenes, naranjas, pollos, etc. – en los lugares
más remotos del globo, aunque no sin antes tener en cuenta por una parte a la competencia y por otras considerar los tratados de libre comercio que se ventilan entre políticos.
El independentismo a lo “Brexit”, en este aspecto, ya no es lo adecuado, ni que se esté en una isla en la que, hace años, con una tormenta en el “English Channel”, un comentarista
radiofónico afirmaba que era Europa la que estaba aislada y no al revés …
Hay factores, sin embargo, que limitan el comercio global. En nuestro caso, independientemente de los de índole política, el que vemos de primer orden es la expansión de la influenza aviar, como ya hemos comentado en algunas ocasiones. Porque, asumiendo ya que nuestros empresarios y nuestros técnicos viajando a otros países han de tomar las super-conocidas precauciones sanitarias para no traer el virus al nuestro, ¿quién nos asegura que un ave migratoria no nos lo deja en el primer humedal que encuentra aquí?
El tener un “comercio justo” es otro, porque depende de lo que cada uno entienda por ello. Como decía Angus Deaton, Premio Nobel de Economía, hace dos años, “el mundo es hoy mucho mejor que antaño, pero terriblemente desigual y la desigualdad es nociva y provoca inestabilidad social, pone en riesgo la democracia y favorece la marginación …”.
Sabias palabras, como también otra de sus afirmaciones: “el desarrollo no es un problema técnico o económico, sino político”.
Y aquí sí que ya no entramos a especular pues ¿quién tira la primera piedra contra los políticos corruptos que proliferan “worldwide”, aunque quizás no tanto en la agresiva China
actual que antes mencionábamos para no verse frente a un pelotón de fusilamiento?