Casi con total seguridad, queremos suponer que en las manos de muchos de nuestros lectores habrá caído más de una vez algún artículo, mejor o peor documentado, planteado la incógnita de si para mediados de este siglo tendremos bastante con la producción mundial de alimentos que se prevé para alrededor de los 9 mil millones de habitantes de este planeta – ahora unos 7.300 millones -.
Y como parte integrante que somos los productores avícolas del muy considerable aporte que tiene nuestro sector en la alimentación global, creemos que podemos intervenir con nuestra voz en este debate.
Sin duda alguna, no vamos a descubrir la pólvora al decir que la avicultura es el sector ganadero tecnológicamente más avanzado, no teniendo parangón con ningún otro. Y aunque principalmente ello haya sido consecuencia de los avances logrados en el campo de la genética, no se pueden descartar los logrados en los de la nutrición, el manejo, el control de enfermedades, etc. Solo hace falta echar una ojeada a las granjas actuales y a las de hace tan solo 20 años para darse cuenta de que no estamos exagerando en absoluto.
Por otra parte, el desarrollo de la humanidad ha hecho que la demanda de carne de ave y de huevos haya ido elevándose exponencialmente en el último medio siglo. Solo hace falta ver los siguientes datos – cifras redondeadas – de los consumos globales anuales per cápita del último medio siglo:
Años | 1970 | 1990 | 2015 |
Carne de ave, kg | 4,4 | 7,8 | 15 |
Huevos, unidades | 85 | 108 | 170 |
Es decir, ello significa que de igual forma que la producción avícola ha sabido cubrir esta demanda “in crescendo”, no es desacertado suponer que también lo hará en el futuro, llegando tal vez a 30 kg per cápita de carne de ave – no solo de pollo, porque el pavo y el pato también cuentan – y a más de 200 huevos al año…. Y mientras, otras fuentes animales competitivas verán estancado su consumo, cuando no lo reducirán.
La oportunidad que tiene la avicultura es pues enorme, aunque no podamos olvidar los retos con los que nos enfrentamos:
- bajo el aspecto sanitario, la influenza aviar, cual “peste” del siglo XXI, actualmente extendida ya por todo el mundo,
- bajo un aspecto “emocional”, las campañas orquestadas por algunos grupos defensores del bienestar de las aves para que cambiemos los modelos actuales de producción.
Sin ir más lejos, queremos referirnos a esto último por los comentarios que ha suscitado la reciente publicación en este medio de dos temas que, para algunos, podrían significar un cambio de dirección por parte nuestra, y nada más lejos de la realidad. Nos referimos a lo publicado, por una parte, en el pasado número de diciembre sobre la producción de huevos “no de jaula” y, por otra, al artículo del mes anterior sobre un sistema “no intensivo” para la crianza de pollos en los Países Bajos.
En nuestra opinión, como el consumidor es quien manda, la producción tendrá que ir evolucionando si con el tiempo se va decantando por unos pollos o unos huevos diferentes de los actuales, por ejemplo, aquellos de crecimiento lento o éstos de gallinas cortijeras …como antaño. Pero en todo caso el consumidor ha de ser consciente de lo que pueden representar estos cambios, cuando menos un encarecimiento del producto.
Si fuese así, nada que objetar pues tiene que haber para todos los gustos , no descartando que hoy haya quien prefiera un pollo campero a otro de granja o un huevo de oca a otro de gallina, pagando el sobreprecio que ambos productos implican. Pero de ahí a pensar que estos sistemas puedan ser la base de la avicultura del futuro media un abismo….