Según un informe que ha publicado la Fundación Cajamar, el desarrollo de biocarburantes es una alternativa para sustituir a corto plazo a la gasolina y al diésel pero a largo plazo no constituyen un remedio para solucionar los problemas energéticos.

El estudio, que aboga por la ingeniería genética y el incremento
sostenible de la productividad, destaca que pese a los beneficios de los biocarburantes en el medio ambiente -disminuyen las emisiones de CO2 a la atmósfera, revitalizan las tierras y generan productos-, éstos son foco de tensión para los mercados agroalimentarios.

Para la Fundación, sin embargo, este hecho no se traduce en parar el
desarrollo de este sector, sino todo lo contrario: hay que seguir investigando
hasta llegar a una segunda generación de biocarburantes, característica
por obtenerse a partir de materiales destinados a la alimentación humana.
Por ello afirma que en Europa y, en concreto, en España, ya se está
dando los primeros pasos en investigación para la obtención de
materias grasas de diversos orígenes. A largo plazo, la Fundación
se arriesga y concluye que las algas son la fuente energética alternativa
más sólida.

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