¿Se han fijado nuestros lectores en lo que prolifera actualmente la costumbre de llenarse la boca de expresiones altisonantes que no conducen a nada pero tienden a dar al interlocutor la idea de que se está escuchando a alguien muy bien documentado en el tema que se discute?. Pues, al menos en avicultura, en donde el empleo del idioma inglés es cada vez más habitual, hoy en día es corriente –y hasta tedioso – el oír hablar de “welfare” – bienestar – “cage-free” – no de jaula -, “slow growing” –crecimiento lento -, “antibiotic free” – libre de antibióticos – y así otras lindezas, sin que estas expresiones vengan muy a cuento con la idea que se quiere exponer.
Pero no se nos negará que, con ellas, se quiere dar la impresión de que “se está a la última” en el tema, cuando en realidad no se haga otra cosa que repetir unos conceptos ya sabidos pero que ahora, en el entorno del desarrollo social que hemos alcanzado, puedan parecer más novedosos.
Fijémonos, por ejemplo, en el tema de los pollos de “crecimiento lento” de los que se está tratando reiteradamente en la prensa avícola, incluidos nosotros mismos en el número anterior. En realidad, no son nada nuevo, como tampoco lo es el que, al revés y un día sí y otro también, se batan todos los records de crecimiento de los broilers hasta unos límites casi increíbles – como ejemplo, el último del que tenemos noticia, en una granja comercial alemana, con 320.000 cabezas, de 2.718 g de peso a 38, días de edad y un índice de conversión de 1,56 -.
Lo malo es el mensaje que se esconde detrás de la propaganda de este tipo de pollo de crecimiento lento, el de una calidad diferenciada – mejor, según se afirma – que la del clásico broiler, cuando lo que puede haber es una ligera diferencia a favor del mismo, por razón de su edad, a la que se añade otra principal: la de una generalmente más elaborada preparación culinaria de ese producto que generalmente se reserva para determinados días festivos.
Con todo ello, ¿a dónde queremos llegar?. Cuando, en el mundo del broiler, los aludidos records de crecimiento nos llevan a pensar que haremos cuando la conversión se acerque al 1/1 – porque menos de ello nos conduciría al absurdo de creer que se puede crear algo de la nada -, ¿nos podemos imaginar un mundo en el que se haga “marcha atrás” en el camino, iniciado hace ya muchos años, de intentar producir la fuente proteica más económica que no tiene ninguna limitación por motivos étnicos, religiosos, culturales o de cualquier otro tipo?
Sin embargo, nuestras excusas por dejarnos a un grupo, el de los “veganos”, es decir, aquellos que practican el veganismo, entendiendo por éste la actitud que consiste en rechazar todos los alimentos de origen animal, incluidos por tanto, nuestros pollos o nuestros huevos. Porque, en el fondo, en base a la tremenda fuerza que han demostrado hasta ahora los grupos “animalistas” en su lucha para eliminar a las gallinas en batería en muchos países, nos cabe la sospecha de que su meta, a largo plazo, sea la de convertirnos a todos en adeptos a su doctrina, teniendo entonces a los animales de granja, de los que se ha beneficiado el ser humano desde la antigüedad, como simples animales de compañía.
Y esto, en un mondo en el que la necesidad de producir cada vez más alimentos de calidad para cubrir las necesidades de una población que, a mediados de este siglo, se anticipa ya de unos 9 mil millones de personas, nos parece cuando menos, un tremendo desatino. En pocas palabras, pues, dejémonos de demagogia a fin de que convivan todos los tipos de producciones para que el consumidor de nuestro planeta pueda elegir la que mejor se adapte a sus preferencias o a su nivel económico, sin interferencias de mensajes que no hacen más que confundirle.