El sector avícola español, altamente competitivo (es el tercer
productor de huevos de la Unión Europea y el segundo de pollos), ha sufrido
en las últimas dos décadas crisis periódicas. La última
se produjo el pasado otoño, como consecuencia del desarrollo de la influenza
aviar, y llevó a la caída de la demanda del 5% y a unas pérdidas
estimadas en unos 18 millones de euros.
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El sector avícola español, altamente competitivo (es el tercer
productor de huevos de la Unión Europea y el segundo de pollos), ha sufrido
en las últimas dos décadas crisis periódicas. La última
se produjo el pasado otoño, como consecuencia del desarrollo de la influenza
aviar, y llevó a la caída de la demanda del 5% y a unas pérdidas
estimadas en unos 18 millones de euros.
Cuando el sector ya se estaba recuperando esa caída de la demanda, los
avicultores temen ahora una nueva
crisis
coincidiendo con el periodo de mayor consumo: el hallazgo de un somormujo
afectado por el virus H5N1 ha disparado las alarmas, aunque las granjas españolas
productoras de pollos son, en un 98%, instalaciones cerradas, donde los animales
no salen a espacios abiertos al aire libre y, en consecuencia, es imposible
cualquier contacto con aves salvajes como posibles transmisores de la enfermedad.
La avicultura es uno de los pocos sectores donde las ayudas comunitarias han
sido casi inexistentes, ya que los únicos apoyos se han concretado solamente
en restituciones para la exportación de excedentes. Frente a los problemas
provocados por la crisis de la influenza aviar en el conjunto de la UE se está
intentando la posibilidad de dar ayudas complementarias. En el caso de España,
la primera ayuda ha sido de 2,5 millones de euros para compensar la destrucción
de 7,8 millones de huevos para incubar, el destino a otros usos de 1,8 millones
de huevos, el sacrificio de 151.000 reproductoras, así como para compensar
a los avicultores por la no crianza en esos meses de 15 millones de pollos.

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