En el año 2000, el consumo aparente de carne de pollo en la Argentina era de 26,6 kg./hab./año; en 2003 bajó a 18,4 kg; en 2015 superó los 45 kg./hab./año. Actualmente es 44 kg./hab./año. A nivel del consumo aparente anual de huevos por habitante la evolución fue similar: 159 huevos en 2003, 265 en 2015, 272 en 2017. ¿Qué sucedió entre todos esos años?

 

¿Burbuja o ajuste?

Si el consumo interno creció notablemente, si la exportación también creció fuertemente, qué es lo que sucedió para que este año el sector se encuentre, en palabras del su máximo lobbista, «…en el medio de lo que se denomina la «tormenta perfecta».

Otros empresarios se expresan en forma similar: «En 40 años operando en el sector, no recuerdo una situación de desánimo como la que viven los productores en los últimos meses».

 

El sector: integración en el broiler, atomización en la puesta

La avicultura discurre a través de dos cadenas productivas: la de carne y la de huevos. Si bien los encadenamientos entre eslabones son similares, los procesos y estructuras productivas son diferentes.

En la Argentina se registran alrededor de 4.500 granjas de engorde de pollos (broilers) y algo menos de 1.000 destinadas a reproducción, recría e incubación, las que se conectan con algo más de 50 frigoríficos aviares (plantas de procesado) , de los cuales cinco concentran casi el 50% del total faenado.

Las empresas frigoríficas (comúnmente denominadas integradoras) concentran la producción de aves padres, de pollitos BB y del alimento balanceado requerido para el engorde, a la vez que, posteriormente, se abocan a las tareas de faena (matadero y plantas de procesado) y comercialización de las aves. El engorde de esos pollitos BB se realiza en las granjas antes mencionadas (llamadas integradas), quienes reciben de parte del integrador a esos pollitos, el alimento balanceado, los productos sanitarios requeridos y la supervisión veterinaria. Por su parte, las granjas aportan la mano de obra requerida para el engorde, las instalaciones donde se desarrolla, y la energía necesaria (gas y electricidad).

Si bien la avicultura de carne está ampliamente distribuida en el país, el engorde se concentra en Entre Ríos y Buenos Aires, asentando estas provincias el 83% del total de esas granjas y el 76% de las plantas frigoríficas.

Como se señaló, las integradoras entregan los pollitos BB y los insumos requeridos a las integradas, las cuales realizan el proceso de engorde en sus propias instalaciones, y a su vez, entregan al integrado un pollo engordado al cabo de un ciclo que ronda los 45 días, recibiendo un pago determinado por pollo criado, según los parámetros de medición y control que fija el propio integrador.

Breve historia de la Avicultura Argentina

La producción avícola realizada de manera organizada en la Argentina se remonta a mediados del siglo XIX, con epicentro en Entre Ríos, pero recién en la década de 1920 comienza a desarrollarse aprovechando la conexión ferroviaria con Buenos Aires, hacia donde se enviaban pollos vivos y huevos. Hacia mediados del siglo XX la producción primaria y la distribución de pollos y huevos estaban asentadas y pudieron aprovechar el cambio tecnológico a partir de los años «60 con la difusión de nueva genética pesada (para la producción de carne) y liviana (para la producción de huevos). En los primeros años de esa década se implementaron políticas públicas de cuño crediticio que impulsaron la instalación de granjas de incubación, recría y engorde, de plantas de procesamiento de balanceado y de frigoríficos aviares. Estas inversiones se afianzaron en la década siguiente cuando el modelo integrador/integrado se estabilizó y comenzó su rápida expansión por la región núcleo de la avicultura de carne: Entre Ríos y Buenos Aires.

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4.500 granjas de pollos con 45.000 broilers cada una de promedio

En la actualidad, la gran mayoría de las granjas integradas se ubican en la franja de entre 10.000 y 20.000 aves en engorde, particularmente en Entre Ríos, mientras que las que Buenos Aires son de mayor escala de operaciones (cerca de 100.000 aves por granja), alcanzando el promedio nacional alrededor de 45.000 aves en engorde por granja. Las granjas de menor escala de operaciones son las que detentan instalaciones más antiguas y aplican procesos de menor productividad, mientras que, a la inversa, las granjas más grandes han invertido en nuevas instalaciones y ejecutan procesos más ajustados que redundan en mayor ganancia de peso y menor mortandad.

 

Entre 1.000 y 2.000 granjas de puesta y otras 20.000 minifundistas

En cuanto a la cadena de avicultura de puesta, producción de huevos, el Senasa señala la existencia de alrededor de 1.000 granjas de producción de huevos, más las de reproducción y recría. Sin embargo, informes de la cámara empresaria del sector sostienen que ese número es mucho mayor, mencionándose la existencia de unas 2.000 granjas productoras regularmente de huevos, más otras 20.000 que vuelcan sus excedentes productivos al mercado de modo ocasional.

Aproximadamente la mitad de los 13.000 millones de huevos producidos al año proceden de las granjas tecnológicamente más atrasadas, que son alrededor del 80% del total, mientras que las granjas más modernas y de mayor escala -el 20% restante- aportan la otra mitad de la producción.

Algunas granjas realizan la venta directa a las bocas de expendio y otras venden a través de acopiadores o mayoristas, o bien proveen a la industria transformadora de ovoproductos, o a las industrias alimentarias que utilizan huevos frescos en sus procesos.

Como se señaló anteriormente, a lo largo de los años 2000, el sector aviar experimentó una transformación significativa, incrementando la producción, la exportación y el consumo aparente nacional de ambos productos, carne y huevos.

 

El sector avícola trazó una curva de desarrollo paralela a la que experimentó la fortaleza política de los gobiernos kirchneristas.

 

Maiz , Soja y costes energéticos subvencionados, el caldo de cultivo ideal para una burbuja especulativa

La producción aviar es, en síntesis, maíz y/o soja más energía, para mantener la temperatura adecuada para un engorde o postura eficiente, convertidos en carne y huevos. Con una capacidad de conversión de 2 kg. de alimento por cada kilogramo de carne, y con una variación en los niveles de conversión extremadamente sensible a cambios en las condiciones de temperatura, se entiende que, entonces, el alimento y la energía constituyan los dos factores determinantes en los costos de producción, a lo que se suma la mano de obra cuando la magnitud de las granjas la requieren.

De esta manera, el precio final será sumamente sensible a las variaciones en los precios de aquellos factores críticos: alimentación y energía, básicamente. Si por algún motivo, los precios del maíz o la soja bajaran, o si la tarifa por el servicio de electricidad o el valor del tanque de gas también bajaran o fuesen menor al nivel de precios general de la economía, entonces los costos de producción se reducirían, impactando directamente en la capacidad competitiva de las empresas del sector.

Durante el período de gobierno kirchnerista, decisiones de políticas implementadas redundaron en que el alimento para las aves y el valor de la energía que consumían tuviesen precios relativos bajos y, por lo tanto, impactaran en un descenso relativo de los costos de producción, elevando así la capacidad competitiva (por costos) de esos productos.

 

Para asegurar un abastecimiento interno de pollos a precios bajos, en defensa de la mesa de los argentinos, en 2007 se instauró un sistema de compensaciones a las empresas avícolas que comprasen alimento (maíz o soja) para los pollos que posteriormente faenarían.

A la vez, las retenciones a las exportaciones de granos, más las trabas impuestas a autorizar tales exportaciones, dieron lugar a que los precios que se pagaran por esos granos fuesen mucho más bajos que el nivel real internacional. Si a esto se le agrega que la energía fue fuertemente subsidiada por el Estado, se observa que los dos rubros de costos -alimentos y energía- se abarataron para el sector, mientras que el resto de la economía nacional mantenía un ritmo inflacionario superior. A modo de ejemplo, téngase en cuenta que durante el período de vigencia del sistema de compensaciones (hasta 2011), las empresas avícolas recibieron más de $ 2.100 millones.

 

El ”sorpasso” del pollo respecto al vacuno

Complementariamente, y a diferencia de la carne vacuna que se gravó con retenciones a las exportaciones por un 15% de su valor, la carne aviar sufrió retenciones de sólo el 5%, sobre lo cual se realizaba un reintegro del 3,4%, redundando en un gravamen del 1,6%.

 

Pollos por petróleo, Venezuela llega a concentrar el 70% de las exportaciones del pollo argentino

Además, la carne aviar fue uno de los emblemas del acuerdo Petróleo por alimentos que alcanzó Argentina con Venezuela, en cuyo marco se exportaban alimentos (aves y lácteos, principalmente) a cambio de derivados del petróleo. Esas exportaciones, entonces, permitían canalizar la elevada producción que se alcanzó, producto de las inversiones realizadas, estimuladas por los costos decrecientes que se enfrentaban y porque, a la vez, el consumo interno crecía estimulado por la capacidad de sustitución del pollo frente a la carne vacuna.

La Argentina exportaba carne aviar a Arabia Saudita, a Chile, a Yemen, a Omán, pero más del 70% del total se exportaba a Venezuela, con lo cual la dinámica exportadora estaba fuertemente sujeta a los vaivenes que pudiera sufrir la economía de aquel país.

La llamada «crisis del sector avícola» es, en realidad, un proceso de transición, desde una etapa de crecimiento -que se dio durante el gobierno kirchnerista- que no fue sostenible genuinamente, sino que se levantó sobre pilares endebles: asistencia financiera directa, subsidios indirectos, y aperturas de mercados externos cuasi-cautivos por acuerdos comerciales nación-nación, hacia otra etapa en la cual debe enfrentar al mercado sin protección oficial.

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Se acaban las subvenciones, Argentina debe encontrar de nuevo su competitividad

Ahora, sin la vigencia de aquellas políticas kirchneristas de apoyo sectorial, las empresas del sector deben reacomodarse. Deben enfrentar un mercado interno con sobreoferta y, por lo tanto, con precios bajos que no pueden equiparar el alza de los costos impulsados por la inflación, el reacomodamiento de las tarifas energéticas y el precio internacional de los granos. Como expresó uno de los empresarios emblemáticos del sector: «Tenemos que encontrar una nueva competitividad».

La trayectoria del sector avícola se torna paradigmática de cómo parte del empresariado nacional entiende la competividad: como subsidio y protección

En esta transición habrá, sin lugar a dudas, integradoras e integrados que quedarán fuera del mercado, como habrá también productores de huevos que saldrán del mismo. La trayectoria del sector avícola argentino se torna paradigmática de cómo parte del empresariado nacional entiende la competitividad: como subsidio y protección. Ahora es el momento en que se verá cuántas de ellas aprendieron las lecciones correctas de la experiencia pasada.    Fuente: Marcelo Posada, Diario LA PRENSA

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