La opinión pública en toda Europa exige que las gallinas se tengan en las mejores condiciones de bienestar posibles. En Europa, esto ha llevado a una prohibición de las antiguas baterías, que entró en vigor en el 2012. Pero aunque fue un paso para mejorar el bienestar, han surgido problemas inesperados con los sistemas de producción alternativos, en el suelo y al aire libre, en los que más aves sufren fracturas de huesos y hay un aumento de patógenos asociados con el acceso al exterior, de picaje y de canibalismo.

Debido a la menor productividad de las gallinas afectadas por tales problemas, es crucial entender cómo responden las gallinas al estrés y diseñar estrategias para reducirlo. Sin embargo, el estrés crónico no es fácil de detectar y cuantificar, por lo que deberíamos poder medir tal respuesta interna en los cerebros de las aves.

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El consorcio ChickenStress tiene como objetivo comprender cómo se regula la respuesta al estrés en el cerebro aviar y minimizar el estrés crónico investigando los tres principales contribuyentes a la variación en la respuesta al mismo,

  • la variabilidad genética,
  • el  medio ambiente al comienzo de la vida y
  • el medio ambiente actual.

Comprendiendo el impacto de estos factores, podremos producir aves más resistentes al estrés en las condiciones de su alojamiento, teniendo un mayor bienestar y, por lo tanto, mejorar su productividad.

De ahí el proyecto de contratar a 14 Investigadores estudiantes de doctorado para ayudar a lograr estos objetivos. La idea es proporcionar un entorno de capacitación multidisciplinario que preparar a los estudiantes de doctorado para sus carreras académicas, políticas o en la industria.

Para más detalles sobre el programa ChickenStress, contactar con [email protected]

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