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Hoy es Santa Eulalia y por eso queremos hacerle un homenaje a la que es patrona de la Catedral de Barcelona y de la ciudad condal, ya que se le recuerda por lo que la leyenda explica y por las 13 ocas que podemos encontrar en el claustro de la Catedral.

Se dice que Santa Eulalia era una niña cristiana que vivía en el barrio de Sarrià (Barcelona, ca. 290) y que desde joven le gustaba pastorear ocas. Eulalia tuvo la mala suerte que nació en una época gobernada por romanos en que le obligaban a renunciar a la fe cristiana. Aun así, ella siempre se mantuvo firme a sus ideales y, con sólo 13 años, fue condenada y castigada a sufrir 13 martirios (uno por año), que acabaron con la crucificación de la Patrona. Así, el número de ocas nos recuerdan a la edad en que murió y a la cantidad de castigos que sufrió por defender su fe.

Imagen del s. XVI en la fachada antigua de la Casa de la Ciutat de Barcelona.

Imagen del s. XVI en la fachada antigua de la Casa de la Ciudad de Barcelona.

Las ocas no sólo han sido protagonistas de esta historia, sino de algunos otros episodios de la historia antigua, como por ejemplo cuando en el siglo IV Ac los gals atacaron Roma y estas aves alertaron en el Capitolio a los soldados, evitando que cayeran en manos del enemigo.

Por otro lado, la diosa Juno se encargaba de advertir a los romanos sobre los posibles peligros que les podían llegar. En sus templos, a menudo, cuidaban ocas -animales sagrados- que se usaban como un ariete para predecir el futuro. Según el vuelo, el comportamiento alimentario o el estudio de sus vísceras se podía conocer cuál era el futuro que esperaba el consultante.

En la cultura egipcia, las ocas simbolizaban la cosmogonía de la creación. A partir de un huevo, una ave venida del cielo -que se pensaba que era una oca por el hecho migratorio-, puso un huevo, el cual generó toda la creación que conocemos a día de hoy.

En definitiva, las ocas, presentes en diferentes culturas, también han simbolizado virtudes con las cuales los humanos podemos identificarnos y trasladar nuestra admiración versus un mundo mistérico que entusiasma y a la vez cuesta percibir.

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