Los huevos de la granja de James Gigg en Dorset , Reino Unido, se vendieron a comercios y tiendas “delicatessen” que los comercializaban a los clientes como producidos al aire libre.
El juez Paul Cook le dijo a Gigg, de 41 años, en el tribunal de la corona de Taunton: «Se debe avergonzar de sí mismo y de la vergüenza causada a su familia. Has engañado a la personas que creían comprar huevos de gallinas camperas «.
La condena ha sido a de 12 meses de cárcel pero el juez la ha suspendido por 18 meses porque aceptó que el avicultor no había actuado por avaricia. Los abogados alegaron que Gigg era un hombre trabajador que vivía en una roulotte y que estaba luchando para llegar a fin de mes.
Al tribunal se le dijo que Gigg había infringido las normas británicas y de la UE por indicar que las ponedoras estaban alojadas al aire libre mientras no lo estaban y por exceder en 3.000 gallinas por encima de lo que podía por el tamaño de su gallinero y de su finca.
Todo ello implicaba que, aún siendo perfectamente comestibles, los huevos no podían comercializarse cómo huevos camperos. El acusado era conocedor de ello y aún así brindó a los inspectores documentación falsa. El fraude ha sido cuantificado entre 133.000 y 200.000 Libras esterlinas.
El fiscal reconoció la “desesperación económica” del acusado pero que aun así no justificaba engañar a los consumidores que habían comprado este tipo de huevos más caros por «consideraciones éticas» y dijo que los estándares deben ser respetados rigurosamente.
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