¿Es posible producir perdices rojas de otra manera?

Carlos Sánchez García-Abad

Grupo de Producción y Gestión Cinegética
Research Group on Game Species Breeding and Management
Dpto. Producción Animal, Universidad de León, 24071 León
(Dirección actual: The Game & Wildlife Conservation Trust, Fordingbridge, SP6 1EF, Reino Unido)
e-mail: [email protected]

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Jaulas de producción semi-natural (8m2), con equipo de grabación.

Dentro de la avicultura, las aves cinegéticas constituyen un grupo bien diferenciado por su aptitud prioritaria: la “creación” de un lance de caza a través de comportamientos para hacer frente a posibles depredadores. Estos comportamientos son el resultado de miles de años de evolución, siendo por tanto una cuestión de supervivencia como en tantas otras especies silvestres: “si no sabes huir bien y a tiempo, serás comido”. Esta aptitud, la caza, explica que los productores de aves cinegéticas se enfrenten a una situación distinta en comparación con la avicultura clásica; no sólo hay que entender de índice de conversión, curva de puesta y enfermedades comunes, sino que también hay que cuidar y fomentar la correcta expresión de los comportamientos anti-depredatorios – vigilar, huir, esconderse -, que harán que la perdiz de granja, se parezca, en parte, a la perdiz silvestre que nació en el campo.

Sobre la idoneidad de la perdiz de granja para la caza y repoblación se ha dicho y escrito mucho, surgiendo un polémico pero justo debate sobre su rendimiento y consecuencias en la perdiz roja silvestre, auténtico “tesoro” de la fauna ibérica. En líneas generales, se ha conseguido producir una perdiz apta para su caza directa, todo un logro, pero no para la repoblación de cotos en los que ya no existen perdices rojas silvestres o en poca densidad. Como siempre, hay honrosas excepciones y no son pocos los cotos que sí han conseguido repoblar sus terrenos, si bien no son representativos de la situación general según las conclusiones de la bibliografía científica al respecto.

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Perdiz con perdigones.

Los porqués de esta situación son muchos, diversos y no siempre se puede apuntar a las granjas y perdicultores. Sin embargo, sí que hay que destacar que pese a que esta producción alternativa ha incorporado los avances de la avicultura clásica -especialmente en materia de alimentación, profilaxis, higiene e incubación-, no se han trabajado aspectos relativos al manejo e instalaciones, tan cruciales en una especie que debe comportarse de una manera lo más silvestre posible. Aunque la supervivencia de las perdices de granja depende en gran medida de la gestión que se realice en cada coto -existencia de refugio, agua y alimento y control de depredadores-, podemos afirmar que nuestras perdices de granja no son capaces de sobrevivir y criar en porcentajes significativos y todo ello pese al gran esfuerzo realizado para obtener individuos puros, sanos, bien emplumados y con buena capacidad del vuelo.

 

¿Dónde está el problema en las granjas?

En líneas generales, la no intervención de los progenitores en la incubación y crianza de los perdigones es el principal factor que explicaría la escasa supervivencia de las perdices criadas en granja. Tanto la incubación artificial como la crianza de perdigones en grandes lotes sin presencia de adultos detienen la adquisición de ciertos comportamientos que son instintivos pero que requieren de un aprendizaje y entrenamiento, en algunos casos prolongado en el tiempo. Por poner un ejemplo, todos los perdigones al nacer pueden picotear para alimentarse y reaccionar ante una posible amenaza, pero un adulto puede indicarles dónde y cómo picotear mejor y cuáles son los peligros.

 

¿Hay solución?

Sí, y ésta pasa por dos caminos principales: la producción semi-natural y los sistemas de entrenamiento pre-suelta y mejora de instalaciones, estas dos últimas opciones dentro del sistema intensivo. Estos caminos han sido objeto de investigación por parte del grupo de investigación dirigido por el Prof. Dr. Vicente Gaudioso Lacasa, de la Universidad de León.

Producción semi-natural

Es la producción en la que se permite a los adultos reproductores adultos criar sus propios perdigones o bien participar en el proceso de desarrollo de perdigones ajenos. El objetivo de esta producción está muy diferenciado del habitual, dado que prima el desarrollo de comportamiento y la calidad individual frente la cantidad de perdices obtenidas.

Los reproductores deben proceder de líneas genéticas silvestres, aunque hayan nacido en granja, no sometidas en todo caso a selección de caracteres cuantitativos, como el tamaño de la puesta, minimizando el contacto con el ser humano. Las instalaciones son otra de las principales diferencias frente al sistema intensivo, dado que deben de estar diseñadas para albergar de forma segura parejas reproductoras, sus polladas y, en último término, grupos de animales del mismo sexo, facilitando el contacto visual con predadores naturales, pero a su vez evitar la potencial agresión y el estrés derivados de una presencia continuada de los mismos.

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Tutores de perdiz roja y perdigones en el sistema planteado por el equipo del Prof. Gaudioso.

La estructura de las jaulas puede ser metálica o de madera – preferiblemente esta última -, cubriendo una superficie mínima de 4-6 m2/pareja. Como en la producción intensiva, es necesario que la instalación disponga de un voladero en el que los animales puedan ejercitarse correctamente de forma previa a la suelta. Una estrategia de interés es la adopción de perdigones ajenos, que ha sido recientemente estudiada.

Según los datos disponibles, la mayor parte de parejas reproductoras de líneas silvestres no son capaces de incubar su puesta hasta el segundo año en cautividad y a partir de este momento, un 25-40% de las parejas incuban y crían sus perdigones, rango supeditado no sólo al factor “animal”, sino también a la climatología y posibles molestias de los depre-dadores. El número de perdigones criados por pareja es muy variable, con un rango de 1-8 pollos a las cuatro semanas de la eclosión. En perdices procedentes de líneas nacidas en cautividad, el rendimiento suele ser menor, con un porcentaje de incubación y crianza a partir del segundo año de un 10%. Pese a que el coste de producción supera ampliamente al de las perdices en intensivo – 25-30 € -, se ha demostrado que hay una clara mejoría respecto a los obtenidos en perdices criadas bajo métodos intensivos, mostrando valores similares, tanto si nos referimos a variables cuantitativas como la supervivencia, área de campeo, dispersión y huída o a variables cualitativas como la integración en bandos y emparejamiento con individuos autóctonos, si bien el éxito repro-ductivo es bajo.

 

Métodos de entrenamiento y mejora de instalaciones

Los métodos de entrenamiento se basan en “crear” situaciones de peligro desde que las perdices son pollos. Para ello se pueden utilizar depredadores vivos o sus modelos -también se incluyen animales disecados- o bien otros estímulos que por sí mismos desencadenan miedo y dolor, como vocalizaciones de alarma y ruidos inespecíficos. Dado que las perdices son animales sociales, se recomienda utilizar individuos adultos o “tutores” con experiencia previa dado que el aprendizaje social interviene en desarrollo de estos comportamientos.

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Voladero tipo.

En la perdiz roja y especies similares se han realizado experiencias utilizando como estímulos personas que inducen miedo en los perdigones o bien modelos de rapaces y otros predadores junto con grabaciones de vocalizaciones de alarma de otras perdices.

Las experiencias realizadas hasta la fecha comienzan el entrenamiento a las pocas horas de vida o bien a los pocos días, aplicando los estímulos en series de 3-5 días, guardando un espacio de tiempo entre series sucesivas -primera semana de vía, a los 15 días y al día 30- o bien realizando el entrenamiento en series más seguidas.

Los resultados obtenidos muestran que el entrenamiento modifica el comportamiento de las perdices, generándose una “memoria” y que los individuos entrenados junto con “tutores” responden de forma más intensa frente a los estímulos en comparación con los que son entrenados sin la compañía de dichos adultos. Además, el equipo de Gaudioso, que ha patentado un método de entrenamiento para la perdiz roja, ha demostrado mediante estudios de radio-seguimiento que las entrenadas con “tutores” sobreviven durante más tiempo tras la suelta, aunque los propios autores advierten de la necesidad de seguir investigando los posibles métodos de entrenamiento y su repercusión en la supervivencia.

La mejora de las instalaciones pasa inexorablemente por devolver la “rusticidad” a las granjas de perdices, sin que esto merme los adelantos registrados en las últimas décadas. Una granja “en medio de la nada”, con voladeros con vegetación arbustiva y herbácea y en la que haya presencia de rapaces puede ser más difícil de manejar, pero las perdices producidas mostrarán muy posiblemente un mejor comportamiento de cara a la suelta.

Como conclusión…

Pese a que hay que seguir estudiando más si cabe las cuestiones planteadas, las experiencias científicas van mostrando que la introducción de estos cambios en nuestros sistemas de producción puede mejorar el producto y alcanzar el objetivo final de cualquier perdicultor: producir perdices listas para la caza y preparadas para criar y sacar adelante sus perdigones en la naturaleza.

Fuente: Revista SELECCIONES AVICOLAS nº 650

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