La corrupción acorrala al gigante JBS. La primera cárnica del mundo se hunde en la incertidumbre tras desatar una enorme crisis política en Brasil

El suelo entero de Brasil pareció estremecerse el pasado 17 de mayo, cuando se conocieron los términos del acuerdo alcanzado con la justicia por el presidente del gigante cárnico JBS, Joesley Batista. A cambio de inmunidad, el primer comercializador mundial de productos de origen animal detallaba no solo cómo había sobornado durante años a más de 1.800 políticos brasileños sino que dejaba noqueado al presidente del país, Michel Temer, cazado en una grabación en la que parece dar su aquiescencia a las sórdidas maniobras de Batista para frenar las investigaciones judiciales contra él.

El acuerdo de JBS con la fiscalía brasileña sonaba a golpe maestro. “Crimen perfecto”, lo llegó a calificar el propio Temer. Con graves acusaciones a sus espaldas, Joesley y su hermano Wesley lograban permiso para refugiarse en Estados Unidos, uno de los centros principales de un negocio que abarca ya 23 países y da trabajo a 230.000 personas. Pero JBS también comenzó a pagar un alto precio a medida que se iban conociendo los detalles del gran escándalo. Al día siguiente de la primera revelación, la Bolsa de São Paulo incluso tuvo que suspender sus cotizaciones durante media hora. Ese día, las acciones de JBS se desplomaron un 35%. Desde entonces, el valor bursátil de la compañía se ha depreciado en más de 1.300 millones de euros. “Y es posible que esto solo sea la punta del iceberg, hay que esperar a conocer todas las ramificaciones de la investigación”, explica Pablo Stipanicic Spyer, director de operaciones de la consultora bursátil Mirae Asset. “La volatilidad es ahora lo que define a JBS. Y resulta muy difícil hacer un análisis sobre el rumbo de la empresa”

La alerta llegó de inmediato a las agencias de evaluación de riesgos. Moody´s, seguida muy pronto por Fitch, rebajó la nota de la compañía de Ba2 para Ba3 por el “aumento de los riesgos relacionados con los potenciales procesos judiciales futuros, así como con la gobernanza de la empresa y su liquidez”. El acuerdo de los hermanos Batista con la justicia brasileña implica además el pago de una fuerte indemnización. Tras días de tira y afloja en la negociación, el pasado miércoles al fin se cerró el pacto: JBS tendrá que pagar la mayor multa de la historia del país, de 10.300 millones de reales (2.800 millones de euros) a desembolsar en los próximos 25 años. Joesley además ha cedido, al menos nominalmente, el mando de la compañía.

 

Herederos de la compañía creada por su padre, que comenzó vendiendo carne para las empresas que construyeron Brasilia a finales de la década de los cincuenta, el grupo de los hermanos Joesley y Wesley logró cerrar 2016 con una facturación total de casi 47.000 millones de euros. Oriundos del Estado rural de Goiás, con un estilo campesino y sin haber acabado ni la educación secundaria, los Batista crearon un holding que va mucho más allá de la carne: incluye compañías lácteas (Vigor), de celulosa (Eldorado Brasil), de productos de higiene y limpieza (Flora), calzado y vestuario (Alpargatas, fabricante de las sandalias Havaianas, una de las marcas brasileñas más conocidas en todo el mundo), energía (Ámbar), del sector de los agronegocios (Oklahoma y Floresta Agropecuaria), además del banco Original y de la emisora de televisión Canal Rural.

La enorme expansión de JBS no se explica sin el apoyo de una entidad pública, el Banco Nacional para el Desarrollo Económico y Social (BNDES). Los gobiernos progresistas de Luiz Inácio Lula da Silva y su sucesora, Dilma Rousseff, impulsaron una política de “campeones nacionales”, empresas que, con el respaldo de dinero público en condiciones muy favorables, se lanzaron a una ambiciosa expansión tanto dentro como fuera de Brasil. En una década, la facturación de JBS creció más de un 4.000%, impulsado principalmente por nuevas adquisiciones, como las de las firmas estadounidenses Swift y Pilgrim’s Pride.

Todo esto se financió a crédito: la firma cerró el ejercicio 2016 con una deuda neta de 46.900 millones de reales (12.200 millones de euros), más de cuatro veces el Ebitda. El BNDES y otra entidad pública, la Caja Federal de Ahorros, respaldaban esa expansión adquiriendo deuda del grupo y cambiándola por acciones: ahora controlan el 26,24% de las acciones del grupo, pero su participación llegó a superar el 30%. Según las confesiones de Joesley Batista ante la justicia, la compañía pagaba una comisión ilegal del 4% por cada préstamo a miembros del entonces gobernante Partido de los Trabajadores.

El escándalo también ha obligado al holding a suspender sus planes para cotizar en Wall Street, una operación con la que esperaba una inyección de 1.500 millones de euros para proseguir su expansión mundial. Analistas de inversiones consultados, que pidieron el anonimato, explican que la posición de la compañía es ahora demasiado frágil para exponerse a ese salto. “Aunque el pago de la multa sea en 25 años, es un valor que asusta. La compañía no encontraría demanda en el mercado”, explica uno de esos analistas. “Y además está siendo investigada por la autoridad bursátil brasileña”.

Esa investigación intenta aclarar una de las actuaciones más controvertidas de los Batista. La víspera de que se filtrase al periódico O Globo el contenido de su confesión, JBS compró una gran cantidad de dólares, hasta 1.000 millones, según han publicado medios brasileños y ha asumido públicamente el propio Michel Temer. Al día siguiente, el valor del real se desplomó frente a la divisa estadounidense. Las autoridades bursátiles también han detectado una actividad infrecuente de JBS en el mercado durante los días anteriores al estallido de la bomba política.

Por si no bastara toda esa avalancha de investigaciones, el grupo tendrá que lidiar con las campañas de boicot contra él que han promovido consumidores y algunas empresas de distribución. Hasta el respetado Instituto de Defensa del Consumidor (IDEC) está animando a los brasileños a dejar de comprar productos de las marcas de JBS.

Fuente: EL PAIS, Heloísa Mendonça y Sandro Pozzi

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